Ningún otro ha influido tanto en el Bayern Múnich y en el desarrollo del fútbol como Uli Hoeneß, quien en 1979 comenzó como gerente o director general del Club.
Esta es la segunda parte de una amplia entrevista en la que repasamos con Hoeneß las nuevas generaciones de directivos y directores deportivos, sus mayores retos profesionales y sus fichajes más arriesgados. Además, descubriremos qué sueños todavía tiene por cumplir.
Entrevista con Uli Hoeneß
Una nueva generación se abre paso: Hasan Salihamidzic, Thomas Hitzlsperger, Sebastian Kehl, Simon Rolfes, el siguiente es Oliver Kahn. ¿Cómo ve usted el relevo?
Hoeneß: "Es interesante que haya habido una brecha durante tanto tiempo. Me alegro de que en el Bayern siempre hayamos forjado líderes de opinión. A Hasan y Oliver los elegimos nosotros, pero también están Lothar Matthäus, Stefan Effenberg, Mehmet Scholl o Didi Hamann, con los que no siempre hemos compartido opinión, pero todos aprendieron mucho en el Bayern, porque aquí tratamos a todo el mundo de forma abierta y sincera y promovemos que haya diferentes opiniones. Philipp Lahm encontrará su camino, Bastian Schweinsteiger también lo hará. Estoy orgulloso de que no solo formemos buenos futbolistas, sino también personalidades que puedan valerse ahí fuera".
¿La familia seguirá siendo uno de los estandartes de la Säbener Straße o también aquí está llegando a su fin el romanticismo en el fútbol?
Hoeneß: "Siempre intento transmitir ese valor a Hasan; tiene don de gentes y le gusta aprender. Con Kahn estoy seguro. En cualquier caso, es algo que no se puede aprender en la universidad o que se le pueda exigir a un cazatalentos. Tiene más que ver con el carácter de cada uno. Tener una escala de valores es importante. Por ejemplo, ahora estoy en una fase de mi vida en la que quiero aportar al resto. Desde hace años lo hago y es algo que irá a más. Siempre he tenido la suerte de que he podido confiar en mi familia. Por eso es importante que nuestro equipo funcione como una gran familia. Hasta el día de hoy el Bayern es como un hilo rojo con el que todos nos ayudamos cuando lo necesitamos".
Es complicado apoyar y atender a los jugadores siendo gerente o presidente. No puede ser su amigo...
Hoeneß: "No puedo recodar ningún jugador ante el que yo sintiera antipatía. Con algunos se desarrolla una relación especial. Cuando convencí a Roland Wohlfahrt para que fichara por el Bayern su mujer se echó a llorar de repente en el sofá, porque tendía que dejar a su familia en Duisburgo. Esas situaciones unen. Posteriormente los Wohlfahrt vinieron a menudo a mi casa. Siempre soy como un padre con los jugadores. Exijo mucho, pero cuando hay problemas soy el primero que está ahí. Una vez Michael Sternkopf me llamó a las 2 de la mañana porque se había saltado un semáforo en rojo y había chocado con otro coche. Me preguntó: '¿Qué se supone que debo hacer ahora?'. Le contesté: 'Llama a la policía, ahora mismo voy donde estés'".
Mehmet Scholl ha vivido en ocasiones bajo su techo. Si se diera el caso, ¿podría vivir con usted Franck Ribéry?
Hoeneß: "Tengo una casa grande, podría venirse más de una persona. Jupp Heynckes siempre tuvo una habitación disponible. Y mi casa en Múnich también está disponible si es necesario".
Scholl, Ribéry, Schweinsteiger... ¿Puede ser que usted tenga debilidad por los alborotadores?
Hoeneß: "Son personas pasionales. Y que conectan con la gente. Esas cosas no se aprenden en Harvard. Eso lo tienes o no lo tienes. Conmigo es igual, si un jugador me llama a las 2 de la mañana por un problema no le pregunto '¿Cómo y por qué?', sino '¿Dónde estás?'".
El mayor desafío lo tuvo con Sebastian Deisler, que cayó en la depresión.
Hoeneß: "Sí, esa fue una las situaciones más complicadas que he vivido. Lo recuerdo como si fuera ayer. Estábamos de concentración en Dubái. Todas las noches a las 22:30 sonaba mi teléfono, una llamada de Sebastian: 'Herr Hoeneß, no puedo más'. Pasé noches enteras con él en mi habitación, una vez durmió en mi sofá. A la mañana siguiente entrenaba como un poseso y yo pensaba que todo iría ya bien. Pero al día siguiente anunció que definitivamente lo dejaba. Me sentí impotente, estuve con él hasta el final. Siempre quiero ayudar y siempre estoy listo para darlo todo, aunque sea doloroso. Pienso a menudo en él, espero que le vaya bien. Él rompió todo contacto con el fútbol".
La destitución de Jupp Heynckes en 1991 fue su mayor error, usted lo ha dicho a menudo. ¿Hay alguna otra cosa que le gustaría corregir si pudiera volver atrás?
Hoeneß: "Si alguien afirma que no ha cometido errores es un arrogante. Destituir a Jupp fue una decisión contraria a mi instinto. Sabía que era un error, pero no fui lo suficientemente fuerte para defender a Jupp contra la marea de opinión. Cogimos a Sören Lerby, uno de mis mejores amigos hasta el día de hoy; sin embargo, en la primera sesión con el equipo me di cuenta de que su fichaje fue un tiro en el pie. Con Sören uno puede pasarse horas hablando de fútbol, pero delante de 20 personas no habría la boca. Fue un drama".
40 años de trabajo en el FC Bayern München. ¿Ha generado más amigos o enemigos?
Hoeneß: "Verdaderos enemigos creo que no tengo. Antes era distinto. La gente no me conocía y decía: 'Ahí viene Hoeneß con una maleta de dinero para llevarse nuestros jugadores'. Pero entre tanto, durante décadas organizamos partidos y acciones benéficos que han salvado a la mitad de la liga de la ruina. Por ejemplo en Alemania del Este, la mitad de los clubes hacen cola. En tiempos difíciles, cuando estaba Willi Lemke en Bremen o Christoph Daum en Colonia, 40.000 hinchas rivales me cantaban '¡Hoeneß, cabrón!'. Hoy la gente en Bremen me pide más autógrafos y selfies que en cualquier otra ciudad. En algún momento la gente se ha preguntado: '¿Realmente es un idiota como siempre hemos pensado?'. Creo que han acabado decidiendo que no".
Se le considera una roca a la hora de negociar. ¿Cuáles fueron las negociaciones más locas que usted ha vivido?
Hoeneß: "Dos resultaron especialmente curiosas. Una fue cuando compramos a Roque Santa Cruz en Paraguay. Estábamos Karl-Heinz Rummenigge y yo en la habitación del presidente con otras 25 personas aproximadamente. Él estaba empapado en sudor, no dejaba de entrar y salir. Nuestra oferta eran diez millones de marcos alemanes, pero él quería dólares. Ya nos habíamos marchado y estábamos esperando al taxi cuando vino a buscarnos. Cuando finalmente alcanzamos un acuerdo aparecieron 30 o 40 periodistas con cámaras en la sala, fue una auténtica locura, fue increíble.
La otra historia fue con Adolfo Valencia. Las negociaciones comenzaron em Madrid pero terminaron en Ottobrunn [afueras de Múnich]. Después de 24 horas en Madrid nosotros teníamos que volvernos a Múnich. Entonces los otros negociadores dijeron: '¡Volamos con vosotros!'. Así que durante tres días estuvieron en mi casa de Ottobrunn seis personas, hasta que alcanzamos un acuerdo".
Santa Cruz se mudó temporalmente a su casa en Ottobrunn.
Hoeneß: "Siempre era así. Cuando un jugador no encontraba rápido vivienda, siempre intentaba que se alojara en mi casa o en la de familiares con los que mantengo buena relación. Quería que los jugadores se sintieran cómodos. Roque era un chico joven, solo en un país extranjero. Entonces no estábamos tan bien organizados, no teníamos dos o tres personas que hablaran su lengua y le pudieran atender las 24 horas del día".
¿Qué fichajes fallidos todavía le reconcomen?
Hoeneß: "El de Ruud Gullit fue una locura. Volé con Franz Beckenbauer a Milán. Cuando fuimos a su casa a las nueve y media de la mañana no había nadie despierto excepto el mayordomo. ¡Tenía mayordomo! Nos hizo pasar al salón, tomamos café. Finalmente cerramos el fichaje y el jugador vino a Múnich para pasar el chequeo médico con el doctor Müller-Wohlfahrt. Todo marchaba según lo previsto. Por la noche cenamos juntos, se quedó a dormir en mi casa. Todo bien. Por la mañana siguiente dijo que tenía que ir a Milán para hablar con su mujer... esa noche canceló el acuerdo. Todavía sigo sin saber exactamente por qué".
También se frustró el fichaje de Rabah Madjer.
Hoeneß: "Volé expresamente a Lisboa para que no se me viera en Oporto, viajé en coche 300 kilómetros atravesando pueblos. Casi atropello una gallina, una cabra se chocó con mi coche. Las negociaciones fueron en casa de un amigo suyo, todo marchaba bien. Pero entonces hubo un enorme jaleo por la exigencia del Oporto de cobrar al menos 800.000 dólares. Al final me alegré de no ficharle. Ahora estoy acordándome de otra historia divertida con los fichajes...".
Cuéntela, por favor.
Hoeneß: "Cuando queríamos fichar a Emil Kostadinov del Deportivo de la Coruña, el presidente del club Augusto Lendoiro nos dijo al aterrizar a Karl-Heinz y a mí: 'Quedamos a cenar... ¡a las once y media de la noche!'. Es decir, que ya no podíamos volver a casa ese mismo día. No habíamos traído ni un cepillo de dientes, ¡nada! Él no llegó hasta las doce y media, estuvimos hasta las tres juntos. No lo olvidaré nunca: Cenamos percebes, que salpican cuando los abres. Mi camisa acabó con un aspecto... Al día siguiente era domingo y no pudimos comprar una de recambio. Así que así tuvimos que volar de vuelta".
¿Qué decisiones que tomó usted las considera hitos? ¿La venta de Rummenigge al Inter de Milán, el regreso de Lothas Matthäus, el fichaje de Pep Guardiola?
Hoeneß: "Sören Lerby también fue un fichaje importante. Tenía una cláusula de rescisión de dos millones de marcos. También es una historia increíble: Nuestro entrenador Pál Csernai quería verle una vez más antes de cerrar la operación. Así que cogimos un avión para verle jugar un partido de Copa. Pero Sören apenas tocó la pelota durante el encuentro. Cuando le estábamos esperando en una sala, Csernai dijo de repente: '¡Después de ver este partido ya no quiero a este jugador!'. Nos pusimos a discutir y apareció Sören. No habíamos tomado una decisión definitiva, pero Willi O. Hoffmann se adelantó y dijo: '¡Señor Lerby, bienvenido como nuevo jugador del Bayern!'. Casi me caí de la silla, Csenai puso mala cara. Pero al final resultó ser un excelente fichaje. Hubo muchos otros: Oliver Kahn, Manuel Neuer... La lista es casi interminable. Me acuerdo bien del fichaje de Roy Makaay, nos volvimos a encontrar con nuestro amigo Lendoiro, a la una y media de la noche en Madrid. Pero en esa ocasión estábamos ya mejor preparados para pasar la noche fuera".
¿Cuál fue el mejor momento en estos 40 años?
Hoeneß: "Cuando hay armonía todo cuesta menos esfuerzo. Puede sonar una locura, pero uno de los mejores momentos fueron los seis meses en los que habíamos fichado a Pep Guardiola y Jupp nos quería demostrar que éramos idiotas. Durante un tiempo se mantuvo alejado de mí. Disfruté por cómo impulsó al equipo en esa fase y cómo los jugadores siguieron a este hombre, que les trató de forma tan humana. Entonces hicimos un fútbol de otro planeta y logramos el triplete. Fue maravilloso. A nivel humano y deportivo. De ensueño".
¿Está orgulloso del proyecto del club para con el baloncesto, una apuesta que usted ha pilotado?
Hoeneß: "El baloncesto se ha convertido en todo un fenómeno en Múnich. El que me conoce lo sabe: Cuando empiezo algo, voy hasta el final. Me he dado cuenta de que el baloncesto es positivo para nosotros. Llegamos a un público con muchos jóvenes y mujeres. La afición no deja de crecer. Es una suerte que hayamos alcanzado un acuerdo con Dieter Mateschitz por importe de 100 millones de euros para un nuevo estadio. Parece como si siempre hubiera estado allí la cancha, por la forma se integra en los terrenos olímpicos. Me enorgullezco de ello. Hemos regalado a la ciudad un fantástico Allianz Arena, a pesar de la resistencia del antiguo alcalde, Christian Ude. Y ahora Múnich recibe otro regalo, que se une al Estadio Olímpico y al Allianz Arena. Además, hemos vuelto a lograr el ideal, que todos salgamos ganando: Los aficionados al hockey sobre hielo en Múnich, nuestros aficionados al baloncesto, y la ciudad, que gana un amplio espacio para los niños y jóvenes que practican deporte sobre hielo. Cuando en dos años esté terminado el proyecto se vivirá un ambiente único".
¿Qué otros sueños le quedan por cumplir, fuera del Bayern? ¿Visitar el Taj Mahal, la Muralla China?
Hoeneß: "Tenemos un perro, así que lamentablemente es complicado hacer viajes largos. En mi casa el perro es un miembro más de la familia, es fundamental. Si todo sale como tengo previsto y en los próximos meses dentro y fuera del campo logramos buenos resultados, tomaré una decisión sobre mi futuro. Independientemente de lo que ocurra, siempre seré el primer aficionado del Bayern. Mi asiento en el estadio, se lo puedo asegurar, muy pocas veces quedará vacío".
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