
Oliver Kahn cumple 50 años
Los tacones de las botas de un vaquero se escuchan por todo el pasillo. Junto a eso, se esuchan unos chillidos: "¿dónde está? ¿Dónde está?". Uli Hoeness lo sabe: Lo están buscando a él. Y también sabe la furia que está a punto de entrar en su oficina. Justo antes, el manager y el entrenador Ottmar Hitzfeld acababan de imponer una multa y un partido de sanción a un jugador del Bayern. Era más que evidente que el afectado no iba a aceptarlo sin echar humo antes. Y ahí está ya en la oficina del presidente actual: Oliver Kahn.
Después de que Hoeness le explicara con calma que la multa no se quitaba, el portero dio un portazo que incluso la secretaria tuvo que revisar si los cuadros seguían colgados en la pared. Una hora después, suena el móvil de Hoeness. Es Kahn: "He cometido un error". Días después, fue a desayunar a la casa de Hoeness en el Tegernsee con un gran ramo de rosas para su esposa Susi. Así era el "Titán", recuerda el presidente del Bayern. Kahn se enfadaba muchísimo, "pero en el momento en el que se tranquilizaba, mostraba su grandeza".
Desde bien temprano, Kahn era un hombre de extremos. Todo comienza cuando sus abuelos le regalaron la equipacion de Sepp Maier. El chico, que por testarudez siempre veía un programa de televisión diferente que sus padres y que adoraba muchísimo al "Tío Gilito" o "Rico McPato", incluso llegándose a pasear con un bastón como él, empezó a tener verdadera pasión por el Karlsruher. "No deberíamos de ir sin metas a nada, ni a lo más mínimo", le leyó a un filósofo, algo que acabaría contando en su posterior libro "Yo - el éxito viene de dentro". Esta cita tenía 2000 años de antigüedad, aclaró. Era de Aristóteles.
Kahn se fijó desde muy pronto en los más grandes. También tiene un objetivo, que no puede ser más ambicioso: Convertirse en el mejor portero del mundo. Si el primer equipo del Karlsruher estaba jugando, el chaval entrenaba solo en el campo de al lado. Si los aficionados celebraban algo, se imaginaba que esos aplausos eran para él. "Los cobré", dijo una vez.
Cuando en noviembre de 1987 defendió por primera vez la portería del KSC, encajó un 0-4. Los posteriores dos partidos también los perdería. Pero Kahn, al que no quisieron con 15 años por ser demasiado pequeño y débil, no duda de sí mismo. La leyenda incluso se fue en mitad de la noche a un campo de fútbol y se puso en la portería a recibir disparos. En 1994, el Bayern de Múnich pagó 2,4 millones de euros por él, una cifra récord por un portero en aquella época. Hoeness contrató a Sepp Maier como entrenador de porteros y le dijo: "He fichado a una gema. ¡Conviértelo en diamante!". Maier conoce a Kahn de la selección nacional y, en su primer encuentro, pensó: "Con lo testarudo que es, va a ser complicado".
Ambos " entrenaron como dos posesos", cuenta hoy Hoeness. Maier inventa ejercicios para mejorar los reflejos de Kahn ya que, tirarle con todas sus fuerzas desde cerca no es bastante para este dúo. Los balones se desviaban por tuberías puestas en el césped, rebotaban de forma impredecible en bancos de cerveza o volaban sobre una sábana que limitaba la vista. Tiempo después, Kahn contó que incluso tuvo agujetas en las uñas de los pies.
"La voluntad", dice Hoeness, "la voluntad, tenía que impresionarte". No todo fue un camino de rosas para Kahn. En su primer año en el Bayern se rompió el ligamento cruzado. Unos días después, Hoeness y él y sus mujeres se encuentran en el restaurante "Käfer". El manager quiere hacer crecer a su portero, ya que "otros, en esa situación, estarían por los suelos, pero no Kahn. Nunca he vivdo nada igual en un jugador que, en una situación así, tuviera un plan preciso. Tenía mucha energía, incluso después de esa grave lesión".
Defendió la portería del Bayern durante 14 años. siendo su coronación en 2001, con su famosa frase "siempre hacia adelante" en Hamburgo y la victoria en la final de la Liga de Campeones. Cuando la liga parecía perdida, "él todavía creía en ella", dice Hoeness. "Yo estaba en mi asiento totalmente acabado. Entonces veo como coge a Kuffour y le empuja hacia adelante. Luego empezó él a correr". Hoeness mira con incredulidad cómo discuten Kahn y Steffan Effenberg en el área del HSV. "Quería tirar el último tiro libre", reveló el presidente, pero "por suerte, se lo dejó a Patrik Andersson". Y marcó. Un par de día después, Kahn se convertiría en leyenda al pararle tres penaltis al Valencia. "No pensaba que ganaríamos la tanda de penaltis", dice Hoeness. "Oliver, hasta la fecha, no había parado un penalti. Pero estaba ahí. Fue el héroe".
Pero los grandes también fallan. En el Mundial de 2002, Kahn jugó un torneo perfecto, pero cometió un grave error en la final. En los meses posteriores, sucedió la anécdota de la sanción. Sale en portada con el titular "Con el puño en el cuello". En el texto se lee lo siguiente: "Con la envidia, la mediocridad y los apóstoles morales, Kahn siente que "no es fácil ser un Dios del fútbol". Durante una década, "se bañó en adrelanina", revelaría más tarde. "El trabajo de portero no es divertido. También tiene que ver un poco con el masoquismo".
Debía compensarlo. Se recuperó, seguía siendo un portero de talla mundial, pero, inexplicablemente, para Jürgen Klinsmann no sería el número uno en el Mundial de Alemania 2006. El Kahn de antes habría gritado sin parar, pero, a pesar de que le molesta, acepta la degradación. Como número dos, se gana los corazones de la gente a la que nunca le había gustado.
Hoy en día, Kahn es "mucho más equilibrado", reconoció Hoeness. Tras su retirada en 2008, nunca perdieron el contacto. "Oliver ha evolucionado enormemente, ha encontrado la paz interior y ha tomado su camino", piensa el presidente. "Me gusta su forma clara de hablar en la ZDF, además ha terminado sus estudios, pero siempre teniendo el fútbol a la vista". En 2004 hubo pensamientos de que Kahn podría ser el entrenador del Bayern justo tras su retirada. "En aquella época, aún no estaba preparado", dice Hoeness. "Kahn tenía que estar fuera primero".
Entre otras cosas, el ex jugador utiliza el tiempo para estudiar en Salzburgo. En sus comienzos, se presentó ante sus compañeros de clase de esta manera: "Hola, soy Oliver Kahn y fui portero de la selección". Mientras tanto, en una visita al zoo, pudo entrar a mitad de precio enseñando su carnet de estudiante. Su trabajo final se llamó "Administración estratégica en el fútbol alemán". Que Hoeness es un ejemplo para él, es algo que nunca ha escondido. "Pone las cartas sobre la mesa, a veces es gracioso, rara vez suaves", escribió en su libro sobre Hoeness. "Cuando todos empiezan a recitar el abecedario desde el principio y dicen "a", Uli comienza al revés y grita "Z"". En el mismo libro, Kahn cita al antiguo presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln: " Una gran mente evita sendas peligrosas". Es un misterio lo que aún puede hacer con su vida Oliver Kahn, aunque nunca faltará emoción en ella.