El 11 de septiembre de 2001, los atentados de Nueva York estremecieron a todas las personas del planeta. ¿Cómo vivió el FC Bayern este acontecimiento? 20 años después, la revista para socios "Säbener 51" hizo un viaje en el tiempo a las estaciones de Nueva York, Rotterdam y Múnich. Al final de esta historia surgirá un histórico y central mensaje que tiene validez hasta hoy y para siempre.
Fue uno de los momentos más emotivos de la historia del FC Bayern, totalmente alejado de los terrenos de juego de todo el mundo y en mitad del corazón de la sociedad. Hace cinco años, Karl-Heinz Rummenigge y una delegación del máximo campeón alemán dejaron un corona de flores con los colores del club en el World Trade Center de Nueva York para homenajear a las cerca de 3.000 víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001. En este lugar se siente como el pulso de esta vertiginosa ciudad, que aparentemente nunca duerme, de repente, deja de latir suavemente, apenas se escucha, es sutil y sigiloso. Nadie va a olvidar jamás el horror que ocurrió aquí hace exactamente 20 años, un lugar también llamado "zona cero". Y nadie va a olvidar jamás dónde estuvo aquel día. El FC Bayern se encoentraba en aquel entonces de viaje camino a una eliminatoria previa de la Liga de Campeones contra el Feyenoord de Rotterdam. "Nos montamos en el avión en Múnich y todo era como siempre", recuerda Giovane Élber. "Cuando aterrizamos, nuestro mundo era otro".
En la mañana del 11 de septiembre de 2001, Oliver Kahn, Hasan Salihamidzic, Élber, Claudio Pizarro, el entrenador Ottmar Hitzfeld, el mánager Uli Hoeneß y toda la expedición del Bayern cruzaron los relajados controles de seguridad del aeropuerto de Múnich por última vez, como ocurría en la época. Todo era rutina, no había motivos para alterarse, se permitían los líquidos a bordo, los cubiertos arriba entre las nubes eran como en casa. La vida era normal y, fundamentalmente, bonita. En la mente de los jugadores rondaba su reto de aquella noche contra este tradicional club de los Países Bajos y la única preocupación entre bastidores es que hubo notificaciones de que podrían aparecer hooligans del equipo local. Sin embargo, el aterrizaje fue de todo menos cotidiano.
El móvil de Uli Hoeneß sonó. Era el mensaje de un conocido: un avión había volado hacia el World Trade Center. En un primer momento, el mánager de aquel entonces y hoy día presidente honorario pensó: "Bueno, un accidente, aparentemente una pequeña avioneta deportiva, posiblemente un alumno. Pero cuando escuchó que un segundo avión fue pilotado hacia ambas torres, se alarmó. En las pantallas del área de llegadas de Rotterdam se emitían las noticias desde Nueva York, aunque sin sonido. "Estábamos delante de una ventana y nos impresionamos: ¿Qué está pasando aquí?", explica Élber. En el autobús del equipo, durante el camino al hotel, llamó por teléfono a casa para saber más. En el hotel, todos corrieron a sus habitaciones y encendieron la televisión. En ese momento, el fútbol se había convertido en algo minúsculo e irrelevante. ¿El partido del día siguiente? Ya no era un tema de interés. "Nuestros pensamientos estaban con las personas de Nueva York", dice Élber.
Comenzaron horas de inseguridad, en todo el mundo y también en el del FC Bayern: ¿Qué ha ocurrido?, ¿por qué?, ¿como seguimos? Los jugadores estaban solos en sus habitaciones, con un ojo en las noticias y con sus oídos al teléfono con la familia, a veces siguieron juntos el desarollo de los acontecimientos. En un momento así te unes, es reconfortante, tal y como recuerdan algunos, quienes se preocuparon por sus seres queridos en casa y sobre las consecuencias que los acontecimientos de Nueva York iban a tener para todo el mundo, ya que en esa situación no había que esperar solo lo que iba a pasar luego. "Sencillamente, para nosotros fue muy difícil comprenderlo, ya que sentimos que fue brutal debido a nuestro propio vuelo", cuenta Élber. "Como si hubieses dormido bien por la noche y, de repente, te despiertas y todo es terrible, totalmente al revés". Hitzfeld intentó encontrar las palabras correctas. "Ha sido un día negro para todo el mundo", le dijo a sus jugadores. Sobre aquello se hablará por una eternidad.
Sensación de desprotección
Mientras que el entrenador y los jugadores siguieron juntos los acontecimientos, los directivos, con Uli Hoeneß a la cabeza, tuvieron que ocuparse de los futuros procedimientos con muchas preguntas básicas en su mente. La UEFA, que, entre otros, dejó que se jugar al Schalke en casa del Panathinaikos en Atenas mucho, demasiado, con cancelar la jornada por razones de piedad. "Todos nosotros tenñiamos claro, cuando se anunciaron las primeras medidas, que en una situación así no se debe jugar al fútbol", dice Hoeneß, quien hoy en día sigue teniendo en su cabeza las imágenes como todos aquellos que las vieron. "Que ambas torres colapsaran como un castillo de naipes es algo que previamente nadie podría haber imaginado. Fue sencillamente horrible". Reinó el alivió cuando se cancelaron por fin los partidos del miércoles. En el fútbol, ese unánimo tenor, tanto hoy como en aquellos tiempos, no podía pensar nadie durante esas horas.
Hasta que se tomó la decisición final, el Bayern tuvo que prepararse con su plan normal. El último y obligatorio entrenamiento tuvo lugar en el estadio De Kuip y Élber recuerda incluso hoy el ambiente tan desolado y tenso. Durante ese entrenamiento, cuenta, sientió verdadero miedo por primera vez. "Para mí estaba muy claro lo indefensos que estamos. Toda la seguridad que tuve hasta entonces, se fue de una vez". Lo que pasó en Nueva York podría pasar en todo el mundo, pensó. "Esa sensación no era bonita, para nada bonita". En las noches siguientes no durmió. Después, poco y mal.
Uli Hoeneß ya no puede decir si estuvo como siempre en el último entrenamiento. Reinaba el caos, cuenta, en todo el mundo como en las mentes de las personas. "Nadie pudo imaginar todos los efectos que provocaría", explica. "América recibió un golpe en el corazón, pero también estaba claro que lo que ocurrió ese día y después afectó al mundo entero". El mánager no pudo dormir en toda la noche. "Vi la CNN toda la noche" y, cuando todos estaban en el desayuno, "teníamos nuestros siguientes pasos a la vista. El deporte se había escondido en un segundo plano, solo se trataba de nuestra responsabilidad con las personas y con darles un seguro regreso a casa". El espacio aéreo europeo solo se liberó durante unas pocas horas ese día y el Bayern pudo regresar a Múnich.
La vida sigue
En casa, las preguntas sobre las consecuencias en Nueva York siguieron. La próxima jornada de la Bundesliga se acercaba y hubo debates muy controvertidos: ¿Debía rodar el balón en los estadios alemanes? El choque entre política y deporte siempre ha sido un acto de equilibrio, como cuando hubo que supesar cómo de rápido se podía volver a la normalidad tras ciertos incidentes. Uli Hoeneß siguió los debates de cerca y sigue dividido en dos opciones hasta hoy: Dejar en paz el transcurso de la competición hubiese sido una buena opción, pero, finalmente, los que decidieron tuverin la certeza que la via tenía que seguir: "Todo fue una conversación entre los políticos y las autoridades", explica. "No seguir tampoco hubiese sido lógico".
Si hubiera dependido de Giovane Élber, no se habían disputado partios el fin de semana de después del 11 de septiembre. "En aquel momento dice que había que cancelar los partido porque mi opinión era que no se podía jugar al fútbol cuando en los Estados Unidos había tanta gente llorando por las víctimas". No obstante, también comprende la otra línea de argumentación: "Muchos dijeron que ahora no podíamos dejar de vivir nuestra vida. Todo tiene que continuar tan normal. Quizás tuvieran razón, pero yo estaba en contra". Estuvo en el terreno de juego contra el SC Freiburgo en el Estado Olímpico de Múnich. Cuatro días después de que dos aviones sacudieran al World Trade Center y al mundo. "Mi cabeza no estuvo en el partido ese día", recuerda Élber.
El brasileño, como casi siempre, fue el encargado de anotar el gol decisivo: Recibió el balón en el 89', se planta al borde del área y anota el gol del día. Élber es conocido por sus emotivas celebraciones, en las que se enrollaba en una lona o hacía otras cosas. Un delantero vive de sus goles, pero, ese día, no había vida para él, solo tristeza y pensamientos por toda la desgarcia de los últimos días. "No pensé en el gol, en los tres puntos o que eramos los primeros. Eso estaba todo muy alejado de mí ese día". Lo celebró haciendo con las manos la paloma de la paz, un gesto que hay que mirar detenidamente por lo pequeño que es, aunque sea maravillosamente grande. En su tierra natal, Brasil, salió en los periódicos y este gesto de paz se extendió por el mundo.
Un serio observador
Uli Hoeneß estuvo sentado en el banquillo y pensó: "Me quito el sombrero, esa idea no se me hubiese ocurrido. Giovane tuvo toda la razón en aquel momento tan especial. Estuve muy, muy orgulloso de él, por su emotivo mensaje que dio en todo el clavo. Giovane siempre es alguien con quien pasartelo bien, pero así son estos chicos tan graciosos: Son unos observadores muy serios y tienen un instinto special para las personas y lo que las mueve".
Aquello fue una idea espontánea, cuenta Élber hoy, 20 años después: "No lo había pensado antes porque no quería jugar y tampoco pensé que fuera a anotar un gol. ¿Cómo vas a celebrar si sabes que no te puedes alegrar de todas formas?" Cuando sus compañeros corrieron hacia él para celebrarlo le preguntaron qué quería expresar con ese gesto. "Les dije que debía ser una paloma. Que necesitábamos paz". Aquel también fue uno de los momentos más emotivos de la historia del FC Bayern, en mitad de un campo de fútbol y con un mensaje que se adentró en el corazón de la sociedad.