
Detrás de Alphonso Davies queda un año extremo: renovación de contrato, rotura del ligamento cruzado, dudas, dolor, regreso. Pero la batalla más dura de su vida solo lo ha hecho más fuerte. 2026 puede venir.
¡Meep-meep! Aquí llega Alphonso Davies. Corre el minuto 88 del partido de Champions League contra el Sporting de Lisboa. Un breve choque de manos con el entrenador Vincent Kompany, un abrazo cariñoso de Serge Gnabry, un potente «DAVIES» bajando de las gradas… y el canadiense, ya con 25 años, está de vuelta. Ocho meses y medio tuvo que parar —y, de repente, todo vuelve a ser como antes. Apenas unos instantes después de entrar al campo, Davies arranca en sprint. Persigue con determinación a un atacante del Sporting, recupera el balón y corta un contraataque portugués. En la grada, el público aplaude; sobre el césped, Davies sonríe de oreja a oreja. Como el Correcaminos de los dibujos animados, «Phonzy» vuelve a ser imparable. Ninguna trampa, ningún obstáculo, ningún rival. Solo una lesión logró detenerlo. Pero en ese instante, en el Allianz Arena, los 261 días de espera se convierten en un punto cada vez más pequeño en el horizonte; detrás de él, el dolor y las dudas se disuelven en el aire.

Mentalmente, la recuperación fue más dura que la física. Pero sabía una cosa: ¡lamentarse no sirve de nada!Alphonso Davies
Hizo tres clics
Con 36,24 kilómetros por hora, Davies fue la temporada pasada el jugador más rápido de todo el Bayern. Por quinto año consecutivo. Cuando ese ritmo se detuvo de golpe, el impacto fue todavía mayor: el 23 de marzo de 2025, Davies jugaba con la selección de Canadá en la Nations League de la CONCACAF frente a Estados Unidos. Recibió un golpe lateral en la rodilla derecha, el pie se le quedó clavado en el césped y la articulación se retorció. «Escuché cómo hizo tres clics. Toda la pierna se me quedó dormida, desde la rodilla hasta el tobillo», relata. Aun así, Davies volvió brevemente al partido. «Estaba lleno de adrenalina, apenas sentía dolor. Pero cuando quise esprintar, supe que algo no iba bien. Solo pensé: ¿qué demonios…?». Una resonancia magnética confirmó la peor noticia: rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y también daño en el menisco. «Cuando escuché el diagnóstico, toda la energía se me fue del cuerpo». Ya al día siguiente pasó por el quirófano. «Tras la operación me desperté, miré mi pierna y no podía creer lo que había pasado. Entonces llegaron las preguntas: ¿volveré a ser el mismo? ¿Volveré a jugar? ¿Y si…?». Los pensamientos se agolpaban hasta que todo salió de golpe. «En la primera ducha después de la operación afloraron todas las emociones. Me eché a llorar».
La desesperación de Davies fue enorme en un primer momento. Justo acababa de ordenar su futuro deportivo. A comienzos de febrero había puesto fin a todos los rumores sobre un posible traspaso y había renovado su contrato con el FC Bayern hasta 2030 («Siempre quise quedarme. Amo este club»). A mediados de marzo marcó un gol importante en el partido de vuelta de octavos de final de la Champions League en Leverkusen. Tenía grandes planes con el Bayern tanto en la Bundesliga como en la Champions. En verano le esperaba el Mundial de Clubes en Estados Unidos; un año después, el Mundial en Estados Unidos, México y su Canadá natal. Davies estaba lleno de ambición y energía. Y entonces se rompe ese maldito ligamento, y con él, un sueño de toda una vida empieza a tambalearse.

Mirada atrás: El 13 de junio de 2018, Alphonso Davies pisa el escenario mundial del fútbol. Literalmente. En el Congreso de la FIFA en Moscú se decide la sede del Mundial 2026. México, Canadá y Estados Unidos se han presentado de forma conjunta, y un chico de 17 años con aparato dental y una chaqueta roja brillante se coloca ante el atril. «Me llamo Alphonso Davies», empieza a decir, «mi familia es de Liberia y huyó de la guerra civil. Nací en un campo de refugiados en Ghana. Fue duro. Con cinco años, un país llamado Canadá nos acogió. Y los chicos del equipo de fútbol me hicieron sentir como en casa». Davies, por entonces ya el internacional más joven de Canadá, habla de su gran sueño: jugar algún día un Mundial con su país. Y con ese discurso de apenas un minuto da exactamente en el clavo. Sus palabras conmueven y se consideran un pequeño pero importante momento en el proceso de decisión, que finalmente se resuelve a favor de Canadá, México y Estados Unidos. Cuando se anuncia el resultado, Davies salta de su asiento. «Ahora voy a soñar con marcar el primer gol de Canadá en un Mundial», dice entonces. «Creo que de verdad puedo conseguirlo».
Bayern, títulos y Mundial
Para Davies, el verano de 2018 es un verano lleno de sueños. De Mundiales, de nuevos objetivos, de un gran futuro. Seis semanas después de aquel discurso decide fichar por el FC Bayern. Es el inicio de una gran carrera. Cuatro años más tarde no solo ha ganado la Champions League, el Mundial de Clubes y varias Bundesligas, sino que en noviembre de 2022 acude con Canadá al Mundial de Catar. Exultante, publica en Instagram: «¡Un niño que nació en un campo de refugiados no debería haberlo logrado! ¡Pero ahora voy a un Mundial! Que nadie te diga que tus sueños no son realistas». Y, efectivamente, en Catar Davies marca en el partido de la fase de grupos contra Croacia el primer gol de la historia de Canadá en una Copa del Mundo.

Cuando en el verano de 2026 se celebre en su país el próximo Mundial, Alphonso Davies no será solo la mayor estrella del fútbol canadiense. Con su historia, representa ascenso, oportunidades y esperanza. Ha demostrado que con talento, valentía y trabajo se puede llegar a lo más alto. Como nadie, encarna una nueva confianza del fútbol canadiense. El seleccionador Jesse Marsch le nombró capitán. «Alphonso ha cambiado. Ha madurado», contó Marsch a principios de 2025. Para él está claro: Davies “tiene” que ser la cara de Canadá en el Mundial en casa. «Y está listo para ello. Él también quiere serlo».
La batalla en la cabeza
De vuelta a la Säbener Straße: quedan unos diez meses para el Mundial y Alphonso Davies, por fin, vuelve a sentir césped bajo sus pies. Da vueltas corriendo con regularidad por el centro de entrenamiento. Cuando el equipo entrena a la vez, le gusta mezclarse un rato con los compañeros. A mediados de agosto de 2025 se le ve junto a Dayot Upamecano. En broma, Davies le mete un balón entre las piernas. «¡No era a propósito! ¡Es puro instinto, ¿sabes?!», dice sonriendo, cuando Upa amenaza con irse a por él. Es una pequeña escena que demuestra algo: Davies vuelve a tener ganas de bromear. Aún le queda trabajo de rehabilitación, pero ya ha superado la parte más dura. «Tenía dolor, no podía doblar la pierna, no pude caminar durante seis o siete semanas. Por la noche apenas dormía, me despertaba empapado en sudor», cuenta. Pero la pelea más difícil la libró en su cabeza. «Mentalmente, la recuperación fue más dura que físicamente», dice. «No saber exactamente cuánto tiempo estarás fuera. No poder jugar. Tener que hacer lo mismo cada día… En algún momento la mente se cansa y te dice: no quiero más». Pero Davies ganó esa batalla: «Me dije: puedo quedarme aquí sentado y sentirme mal… o puedo ser positivo y luchar. Y eso hice. Sabía que quejarme no sirve de nada».

Una de mis preguntas más importantes era: ¿volvería a ser tan rápido como antes?Alphonso Davies
Una vez más, de vuelta al estudio de TV de la Säbener Straße. En el documental hay un elemento recurrente: se abren puertas que conducen a distintos capítulos de la vida de Davies: su infancia en Canadá, su primer gran paso como adolescente al marcharse de casa a Vancouver, su salto a una Múnich aún más lejana, y así sucesivamente. «En mi vida se han ido abriendo puertas una y otra vez», cuenta. «Cada puerta era un testimonio de quién soy de verdad. Atravesarlas me ha hecho avanzar». Ahora Davies también ha cruzado la puerta de la «lesión más grave de mi carrera», una experiencia que volvió a cambiarlo y a marcarlo. «Sobre todo he aprendido una cosa: paciencia», explica, y eso seguro que no fue fácil para alguien a quien, en el césped, nada le parece lo bastante rápido.
Con música y proyectos manuales intentó canalizar su energía por otros caminos. Montó varios muebles, cuenta. Pero también se puso a trabajar en su propio “plan de construcción” como futbolista. «Poder solo mirar, no poder jugar, semana tras semana… me abrió los ojos. Quizá necesitaba dar un paso atrás para ver el cuadro completo», dice. «Ahora sé que no puedo dar nada por sentado. Si hoy estoy en el césped, doy todavía más que antes de la lesión. Me hace ilusión jugar el deporte que amo. Con gente a la que aprecio. Estar fuera, pelear, ganar». Puede venir la segunda vuelta. Y luego, el Mundial. ¡Meep-meep!

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